Carola: "Haciendo voluntariado por fin tengo la sensación de que hago algo que sirve a alguien"

Algunas veces, las pequeñas casualidades de la vida terminan construyendo historias que un tiempo atrás eran del todo inesperadas. Si no, que le pregunten a Carola Ribas (Barcelona, ​​1964), voluntaria de la Asociación de Acogida y Acción Terapéutica (AAT), que colabora con la entidad como tallerista de costura y que también ha diseñado algunos de los elementos gráficos más importantes de la AAT, como su logotipo. 

Todo empezó bastantes meses, cuando una amiga suya fue usuaria de la entidad para tratarse de una adicción al alcohol. Carola siguió el proceso para apoyar a su amiga, y atando cabezas, resultó que conocía a la directora de la AAT, Mercè Mompín, de la infancia. Hoy, Carola nos abre las puertas de su estudio profesional y la que será su casa en un futuro, para contarnos su historia relacionada con el voluntariado de costura que realiza cada martes en el centro de día de la AAT en el Hospitalet de Llobregat y el aprendizaje que extrae todavía hoy en día.

¿Cómo empezaste a colaborar voluntariamente con la AAT?

Cuando mi amiga salió del centro y caí en lo que conocía a la directora, en ese momento yo tenía muchas telas de ropa de mi madre que ya no servían. A ella le gustaba mucho coser y yo tenía claro que las quería dar a la caridad, y opté por darlas a la AAT para que hicieran un buen uso. Entonces Mercè me planteó si yo no querría impartir un taller de costura, y después de pensármelo un segundo le dije que sí. Fue totalmente espontáneo y llevamos ya más de un año. Lo combino con mi trabajo profesional en un estudio de diseño gráfico.

¿Y en qué consiste este taller de voluntariado en costura?

El taller consiste en enseñar a coser a las mujeres del centro, intentamos adaptarlo para que les pueda ser lo más útil posible, con técnicas de patchwork. A veces pensamos en enseñarles algo concreto, pero nos encontramos con que quieren arreglarse una falda o un pantalón, y tenemos la flexibilidad de personalizar el taller para adaptarnos. También podemos encontrar que alguien quiere hacer un oso de peluche para su niña, nos las empezamos por hacerlo. El primer día hice el taller yo sola, pero en la segunda clase ya había envuelto a mi vecina Montse, que acaba de jubilarse y le gusta coser, para que me ayudara. Y nos ha ido muy bien para que nos complementemos.

¿Cómo se organizó?

Montse es maestra, y me ayudó mucho en la planificación. Yo quería hacer patchwork y ya había preparado algunos modelos, pero ella me instó a acotar más los aprendizajes y empezar por cosas pequeñas. Esta experiencia suya me ha ayudado mucho a saber qué hay que darles. A partir de ahí organizamos un poco las sesiones, que hacemos cada martes por la mañana durante aproximadamente 3 horas.

A la hora de trabajar con personas que sufren adiciones, ¿has tenido que superar algunos prejuicios?

Con los años he ido perdiendo los prejuicios y ya no me queda ninguno. En la vida te van pasando cosas que te demuestran que, por ejemplo, una persona que cae en una drogadicción, está en una línea muy fina y que no tiene por qué ser de una clase social en concreto ni nada parecido. Puede haber muchos factores para que esto ocurra. Ha sido muy fácil el trato con las mujeres del centro, y quizá lo que más me ha sorprendido ha sido encontrar a gente mayor. Cuando alguien piensa en drogas, suele asociarlo a un tipo de drogas ya la gente joven, pero la realidad no es exactamente ésta.

¿Y a ti qué te aporta este voluntariado?

Tengo la sensación de que por fin hago algo que sirve para alguien. No era consciente, por ejemplo, que sabía coser, y después de haber enseñado siento que aporto cosas positivas a gente que necesita atención y cariño. Es gratificante por ambos lados, un win-win. También he aprendido a relativizar mis problemas, todos tienen solución rápida. Y creo que para las usuarias también es positivo estar con terapeutas y gente de la calle como yo. Me ven más cercana a ellas, sienten que me pueden pasar los mismos problemas a mí, y aunque los tratamientos son muy cercanos, se rompe un poco la barrera lógica que debe existir entre los terapeutas y las usuarias.

¿Recomendarías a cualquier persona iniciar un voluntariado?

Totalmente, porque es gratificante por ambos lados. Es ayudarte en todo lo que puedas. Es cierto que tenga que dejar de lado unas horas de mi trabajo remunerado para hacerlo, tengo suerte de que soy autónoma y mi compañera me lo permite, pero estoy segura de que el día que me jubile seguiré haciendo voluntariado. Nunca me había planteado hacer ninguna, pero sí había tenido siempre la sensación de que no hacía lo que quería. Ahora hago un trabajo que me gusta, pero no aporta nada a la sociedad, y entonces con el voluntariado creo que te llena personalmente.

¿Cómo definirías el trabajo de la AAT en el campo del tratamiento de las adicciones?

Si viera que algún amigo o amiga tienen algún problema de adicciones, les dirigiría rápidamente a la AAT porque veo que tienen una gran experiencia, y cuando ven a la persona ya saben por dónde se debe empezar el tratamiento y qué se debe que hacer. Aparte, las personas con adicciones necesitan segundas oportunidades: pueden recaer, vivir alejados y después volver. Y el hecho de que vuelvan, este año que lo he vivido de cerca, lo he visto como muy gratificante, porque las personas que vuelven a caer, tienen la seguridad de que saben dónde deben acudir si quieren salirse.

Puedes consultar el material audiovisual complementario en los perfiles de la AAT en las redes sociales.

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